lunes, 24 de mayo de 2010

Fusión.

Su piel era como la de una pequeña y hermosa flor que acaba de brotar, así pues, la trataba con exquisito cuidado. Recorría su cuerpo con la yema de los dedos. Besaba sus tersos labios y acariciaba su sedoso cabello, deseando, que aquello no cesara nunca. Se enredaba en su pelo y desvanecía sobre su cálido pecho. Observaba sus ojos, y en su mirada al fin se veía a sí mismo. Ahora sabía que sin el uno, no había el otro, sabía que aquello era eterno pues había dejado huella sobre ambos corazones y si esa marca se intentaba borrar, ambos romperían.