domingo, 4 de septiembre de 2011

No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.

Me niego a aceptar todo aquello que se nos da hecho. Me niego a lo fácil. En la vida, sólo merecen la pena aquellas cosas que avivan nuestra mente, nos moldean el alma y nos hacen dejarnos la piel en ello. Vale la pena el llanto, la sangre y la desesperación. Incluso vale la pena el dolor, pues si se soporta, ¿Qué mejor recompensa que eso? Pobres aquellos que no poseen motivos para llorar, ingenuos aquellos a los que la vida sólo les sonríe, pues tiene mucho más mérito aquel que después de llorar y sangrar y gritar y desesperarse, ríe, que aquel que ríe sin más.